1. Resume, en un máximo de cinco líneas cada una, las ideas principales expresadas en los textos 1 y 2.
2. Siguiendo el esquema y las orientaciones contenidas en este blog, elabora un comentario del texto 3:
- Clasificación: naturaleza, carácter, tipo, etc.
- Contexto histórico.
- Idea/s principal/es y, en su caso, secundarias.
- Analiza y explica con detalle el significado del último párrafo (el escrito con letra negrita).
Adam Smith. La riqueza de las naciones. 1776.
TEXTO 1
“Cada individuo en
particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con
mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone
es su propio interés, no el de la sociedad en común; pero esos mismos esfuerzos
hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el
empleo más útil a la sociedad como tal. (...)
Ninguno por lo general se propone primariamente promover el interés público, y acaso ni aún conoce cómo lo fomenta cuando no lo piensa fomentar. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera sólo medita su propia seguridad; y cuando dirige la primera de modo que su producto sea del mayor valor que pueda, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en otros muchos casos es conducido como por una mano invisible a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.”
Ninguno por lo general se propone primariamente promover el interés público, y acaso ni aún conoce cómo lo fomenta cuando no lo piensa fomentar. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera sólo medita su propia seguridad; y cuando dirige la primera de modo que su producto sea del mayor valor que pueda, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en otros muchos casos es conducido como por una mano invisible a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.”
TEXTO 2
“Todo
hombre, con tal de que no viole las leyes de la justicia, debe quedar
perfectamente libre para abrazar el medio que mejor le parezca para
buscar su modo de vivir, y sus intereses; y que puedan salir sus
producciones a competir con las de cualquier otro individuo de la
naturaleza humana (…).
Según el sistema de la libertad
negociante, al soberano sólo quedan tres obligaciones principales a
que atender: la primera, proteger a la sociedad de la violencia e
invasión de otras sociedades independientes; la segunda, el poner en lo posible
a cubierto de la injusticia y opresión de un miembro de la república a
otro que lo sea también de la misma (…); y la tercera, la de mantener
y erigir ciertas obras y establecimientos públicos, a que nunca pueden
alcanzar ni acomodarse los intereses de los particulares, o de pocos
individuos, sino los de toda la sociedad en común: por razón de que, aunque sus
utilidades recompensen con abundancia los gastos al cuerpo general de la
nación, nunca recompensarían si los hiciese un particular.”
TEXTO
3
“Cada individuo
está siempre esforzándose para encontrar la inversión más beneficiosa para
cualquier capital que tenga. Es evidente que lo mueve su propio beneficio y no
el de la sociedad. Sin embargo, la persecución de su propio interés lo conduce
natural, o mejor dicho necesariamente, a preferir la inversión que resulta más
beneficiosa para la sociedad.
En primer
lugar, cada individuo procura emplear su capital lo más cerca de casa que sea
posible, y por ello en la medida de lo posible apoya a la actividad nacional,
siempre que así pueda obtener el beneficio corriente del capital, o al menos
uno que no esté muy por debajo del corriente.
Así, si los
beneficios son aproximadamente iguales, todo comerciante mayorista prefiere
naturalmente el comercio local al comercio exterior, y el comercio exterior al
comercio de tránsito. En el comercio local nunca pierde de vista a su capital,
algo que ocurre a menudo en el comercio exterior. Conoce mejor la personalidad
y condiciones de las personas en las que debe confiar, y si alguien le engaña
está más familiarizado con las leyes del país para resarcirse del daño sufrido.
En el comercio de tránsito el capital del mercader está por así decirlo
dividido entre dos países extranjeros, y ni una fracción del mismo es remitida
necesariamente a su residencia ni colocada ante su vista y control. …De ahí que
el propio país sea, si se me permite decirlo, el centro en torno al cual giran
continuamente los capitales de los habitantes, y hacia el que siempre tienden,
aunque sean, por causas particulares, algunas veces desviados y repelidos hacia
inversiones más apartadas. Ahora bien, un capital invertido en el comercio
interior, como ya ha sido explicado, necesariamente pone en movimiento una
actividad mayor, y proporciona ingreso y empleo a un número de habitantes mayor
que un mismo capital invertido en el comercio exterior; y uno invertido en el
comercio exterior posee una ventaja análoga sobre uno invertido en el comercio
de tránsito. En consecuencia, dada una rentabilidad igual o casi igual, todas
las personas se inclinan naturalmente a invertir su capital en la forma que
probablemente da el máximo apoyo a la actividad nacional y asegura ingreso y
empleo al máximo número de personas de su propio país.
En segundo
lugar, cada individuo que invierte su capital en la actividad nacional,
necesariamente procura dirigir la actividad para que la producción alcance el
máximo valor posible. …
El ingreso
anual de cualquier sociedad es siempre exactamente igual al valor de cambio del
producto anual total de su actividad, o más bien es precisamente lo mismo que
ese valor de cambio. En la medida en que todo individuo procura en lo posible
invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa actividad para que
su producción alcance el máximo valor, todo individuo necesariamente trabaja
para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Es verdad
que por regla general él ni intenta promover el interés general ni sabe en qué
medida lo está promoviendo. Al preferir dedicarse a la actividad nacional más
que a la extranjera él sólo persigue su propia seguridad; y al orientar esa
actividad de manera de producir un valor máximo él busca sólo su propio
beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a
promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es
necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés
frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de
hecho intentase fomentarlo. Nunca he visto muchas cosas buenas hechas por los
que pretenden actuar en bien del pueblo.
…
…
Cuál será el
tipo de actividad local en donde su capital se puede invertir y cuya producción
pueda ser de un valor máximo es algo que cada persona, dadas sus
circunstancias, puede evidentemente juzgar mucho mejor que cualquier político o
legislador. El político que pretenda dirigir a las personas privadas sobre la
forma en que deben invertir sus capitales no sólo se carga a sí mismo con la
preocupación más innecesaria sino que asume una autoridad que no debería ser
delegada con seguridad en ninguna persona, en ningún consejo o senado, y que en
ningún sitio es más peligrosa que cuando está en las manos de un hombre tan
insensato y presuntuoso como para fantasear que es realmente capaz de
ejercerla.
El conceder el
monopolio del mercado nacional a la producción nacional, en cualquier arte o
industria, equivale en alguna medida a dictar a los ciudadanos particulares la
manera en que deberían emplear sus capitales, y en todos los casos resulta una
intervención inútil o perjudicial. Si la producción nacional puede llegar al
mercado tan barata como la extranjera, es evidente que la intervención es
inútil. Si no puede hacerlo, será generalmente perjudicial. La máxima de
cualquier prudente padre de familia es nunca intentar hacer en casa lo que le
costaría más hacer que comprar. El sastre no fabrica sus zapatos sino que se
los compra al zapatero. El zapatero no se hace sus vestidos sino que recurre al
sastre. El granjero no intenta hacer ni unos ni otros sino que acude a esos
artesanos. Todos ellos comprenden que les resulta más conveniente emplear su
esfuerzo de forma de tener alguna ventaja sobre sus vecinos, y comprar lo que
necesitan con una parte del producto de su esfuerzo, o lo que es lo mismo: con
el precio de una parte.
Lo que es
prudente en la conducta de una familia nunca será una locura en la de un gran
reino. Si un país extranjero nos puede suministrar una mercancía a un precio
menor que el que nos costaría fabricarla, será mejor comprársela con el
producto de nuestro trabajo, dirigido en la forma que nos resulte más
ventajosa. Ciertamente no es ventajoso cuando se lo dirige hacia un objeto que
es más barato comprar que fabricar. El valor del producto anual es
evidentemente disminuido en un cierto grado cuando resulta así desviado de la
producción de mercancías que claramente tienen más valor hacia la de mercancías
que tienen menos. Si suponemos que la mercancía podía ser adquirida en el
exterior más barata que si se produjera en el país, podría ser comprada con
sólo una parte de las mercancías, o lo que es lo mismo: con sólo una parte del
precio de las mercancías que la actividad puesta en marcha por el mismo capital
habría producido en el país si se la dejara seguir su curso natural. La
actividad nacional, por tanto, es desplazada desde un empleo ventajoso a uno
menos ventajoso, y el valor de cambio de su producto anual, en vez de aumentar
como pretendía el legislador, necesariamente disminuirá con cualquier
intervención de ese tipo.
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